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Qué es el síndrome del impostor y cómo superarlo en el ámbito laboral

Planeta Formación y Universidades

En el día a día de las oficinas no solo se gestionan proyectos, objetivos y reuniones: también conviven realidades psicológicas que rara vez se ponen sobre la mesa. El estrés crónico, la ansiedad, el burnout o la depresión son trastornos que impactan directamente en la forma en la que trabajamos, en cómo nos relacionamos con nuestros equipos y en el desarrollo de nuestras carreras.

A estas dificultades se suma un fenómeno que conocemos bien: el síndrome del impostor. Esa sensación de no estar nunca a la altura, de atribuir los logros a la suerte o de pensar que en cualquier momento alguien descubrirá que no somos tan competentes como parecemos. Un malestar que termina erosionando la confianza y limitando las oportunidades de crecimiento.

Vivimos un momento en el que la transformación digital y la inteligencia artificial reconfiguran las reglas del mercado laboral. En este contexto, el síndrome del impostor encuentra terreno fértil. Por eso, desde Planeta Formación y Universidades impulsamos Nex·ia, nuestro centro de inteligencia artificial aplicada en alianza con Google Cloud y Deloitte. Con él queremos acompañar al talento en esta transición, ofreciendo formación en IA que no solo actualiza competencias, sino que también contribuye a reducir la incertidumbre y a reforzar la confianza de los profesionales.

¿Qué es el síndrome del impostor?

Origen y evolución de un concepto clave en psicología

A finales de los años setenta, dos psicólogas estadounidenses, Pauline Clance y Suzanne Imes, observaron un fenómeno curioso en mujeres con un rendimiento académico brillante. A pesar de sus notas, sus logros y el reconocimiento recibido, se sentían como un fraude. Creían que sus resultados eran fruto de la suerte o de un error, y temían ser “descubiertas”. A este patrón lo llamaron “fenómeno del impostor”.

Con el tiempo, la investigación demostró que no era una experiencia exclusiva de las mujeres ni del mundo académico. También aparecía en profesionales de todo tipo, hombres y mujeres, en sectores muy competitivos como la medicina, la abogacía o la tecnología. Hoy se habla de “síndrome del impostor” para describir ese sentimiento persistente de no estar a la altura, incluso cuando la evidencia muestra lo contrario. Aunque no figura como un trastorno clínico en manuales de diagnóstico, su impacto en la vida profesional es innegable.

Factores que lo acentúan en perfiles altamente cualificados

Las personas con alta cualificación suelen convivir con la exigencia de destacar constantemente. En campos como la ingeniería, la medicina o la investigación, la presión por no fallar se convierte en un terreno propicio para que el síndrome del impostor aparezca. Estudios recientes apuntan que más de la mitad de los ingenieros de software reconocen haberlo experimentado, con una prevalencia aún mayor en mujeres y en minorías subrepresentadas.

La autoexigencia, el perfeccionismo y la comparación continua con colegas de alto nivel alimentan esta sensación. En muchos casos, cuanto mayor es la preparación o el éxito alcanzado, más intenso resulta el temor a no merecerlo.

Características del síndrome del impostor

Cómo reconocer si estás experimentando este síndrome

Existen señales comunes que permiten identificarlo. Quienes lo sufren tienden a trabajar más horas de las necesarias para “demostrar” que merecen su puesto. También les cuesta aceptar elogios: los minimizan, los justifican o los atribuyen a factores externos. Los logros se perciben como fruto de la suerte, de la ayuda de otros o de haber estado en el lugar adecuado en el momento justo.

Diferencias entre inseguridad puntual y síndrome persistente

Todos los profesionales atraviesan momentos de duda. Una inseguridad puntual puede surgir ante un reto nuevo o una responsabilidad inesperada y suele desaparecer con la práctica o con el apoyo del entorno. El síndrome del impostor, en cambio, es un ciclo repetitivo. Tras cada logro aparece un alivio breve, seguido de la sospecha de que ha sido un accidente o de que “la próxima vez no saldrá bien”.

Esta dinámica constante distingue el síndrome de la inseguridad normal. La primera es una reacción pasajera; el segundo, una forma de autopercepción que se mantiene en el tiempo y que desgasta de manera sostenida.

El síndrome del impostor en el trabajo: causas y consecuencias

Causas principales en el entorno profesional

El contexto laboral puede intensificar el síndrome del impostor. Culturas corporativas muy competitivas, donde se premia la perfección y no se tolera el error, actúan como catalizadores. También influye la falta de referentes o la escasa representación de ciertos perfiles en puestos de liderazgo. En estos casos, las personas pertenecientes a minorías o grupos infrarrepresentados sienten que cargan con el peso de representar a muchos, lo que incrementa la presión.

Consecuencias en la productividad, el bienestar y el desarrollo profesional

El síndrome del impostor repercute directamente en la vida laboral. Puede traducirse en sobrecarga, ya que las personas intentan compensar sus dudas trabajando más de lo necesario. También provoca agotamiento emocional y, en algunos casos, burnout. La imposibilidad de disfrutar de los logros mina la motivación y reduce la satisfacción profesional.

A nivel organizativo, su impacto es notable: frena la innovación, dificulta que el talento asuma nuevas responsabilidades y limita el acceso a puestos de liderazgo. Equipos con altas tasas de síndrome del impostor pierden confianza, creatividad y diversidad en la toma de decisiones.

Estrategias para superar el síndrome del impostor en el ámbito laboral

Fortalecer la autoestima profesional

Una forma de contrarrestar este fenómeno es trabajar en la propia percepción del mérito. Reunir evidencias concretas de logros, registrar avances en proyectos o reconocer de manera explícita las metas alcanzadas ayuda a construir una base objetiva de confianza. Herramientas como la escala desarrollada por la psicóloga Clance permiten evaluar el nivel de intensidad del síndrome y ofrecen un punto de partida para medir progresos.

El papel de la mentoría, el feedback positivo y la gestión emocional

La experiencia compartida tiene un poder enorme. Contar con mentores, recibir retroalimentación honesta o participar en grupos donde se hable abiertamente del síndrome permite romper la sensación de aislamiento. Estos espacios ayudan a normalizar la duda y a verla como parte del proceso de aprendizaje.

La gestión emocional también resulta clave. Técnicas de regulación del estrés, la práctica de la autocompasión o el acompañamiento psicológico permiten enfrentar la autocrítica desmedida. Poco a poco, se sustituye la idea de “no estoy a la altura” por una narrativa más equilibrada: “he llegado hasta aquí con trabajo y con méritos propios”.

Conclusión

El síndrome del impostor se combate mejor cuando se comparte. Hablar de ello en voz alta, reconocer los logros de quienes nos rodean y dar un feedback honesto son gestos que alivian el peso de la duda. Cada vez que alguien se permite celebrar un avance propio, también abre la puerta a que otros se sientan con derecho a hacerlo. No se trata de eliminar la autocrítica, sino de equilibrarla con un recordatorio constante: nadie llega hasta aquí por casualidad, y cada trayectoria merece ser reconocida.

En Planeta Formación y Universidades creemos que acompañarse es la mejor manera de crecer. Por eso animamos a dar un primer paso sencillo: realizar este test para saber qué estudiar. Es una herramienta práctica para descubrir fortalezas, identificar áreas de mejora y empezar a mirar el talento propio con más confianza. Porque cada avance individual, cuando se comparte, multiplica su impacto en toda la comunidad.

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